lunes, 29 de abril de 2024

Un solo dedo

Me habían ofrecido visitar aquel centro médico junto con otros periodistas. Nos llevarían en visita guiada por las instalaciones, nos hablarían de las técnicas que utilizaban, de los protocolos, las investigaciones, y responderían a todas nuestras preguntas. Era una oportunidad para informarme pensando en un posible reportaje. Y el tema me interesaba mucho. Acepté. Sabía lo suficiente sobre ello como para distinguir la información de la publicidad interesada que sin duda aparecería en algunos momentos, o eso esperaba.

Nuestro anfitrión era un renombrado especialista a quien había entrevistado recientemente. Su campo de investigación era cada vez más demandado y la clínica era puntera. Desde el primer momento noté que habían preparado concienzudamente la visita. En cada zona encontrábamos un profesional especializado en un ámbito concreto que nos daba explicaciones de profundidad y complejidad acordes a nuestro nivel de conocimiento previo. Para terminar, nos reunieron en una sala en torno a una gran mesa con todos aquellos expertos y pudimos plantear dudas y preguntas.

Tengo que confesar que uno de ellos, de edad similar a la mía, moreno y con un discreto atractivo, me había llamado la atención durante la visita. Lo encontré sentado a mi lado en la mesa. Nos sonreímos. La luz se atenuó para permitirnos ver proyectadas algunas imágenes explicativas. Empezaron las preguntas. En respuesta a la mía, mi vecino inició una explicación. Y mientras hablaba, pasó suavemente un dedo por el dorso de mi mano, apoyada en la mesa. Dirigía sus palabras a todos, hablaba y miraba a todos, pero aquel roce era solo para mí.

La sorpresa me dejó inmóvil. Era algo muy sensual pero nada discreto a pesar de la penumbra. Pensar que todos estarían viéndolo me impidió disfrutarlo tanto como hubiera deseado. Duró unos pocos segundos. No hubo más. Al terminar la ronda de preguntas, nos levantamos para despedirnos. Él y yo nos miramos fugazmente a los ojos y volvimos a sonreír.

Nunca le volví a ver. No recuerdo su nombre ni su cara. Solo aquel roce delicado, excitante, breve. Se arriesgó a que no me gustara y reaccionara con indignación. Pero me gustó. El toque mágico de un solo dedo sigue imborrable en mi memoria.



Esta entrada participa en la convocatoria #relatosRoce de @divagacionistas.

lunes, 1 de abril de 2024

A través de sus ojos

 


Si quieres reírte de ti mismo, prueba a verte a través de los ojos de un niño.

Hace siete años estábamos toda la familia celebrando el cumpleaños de una de mis sobrinas en el chalet de sus padres. Acababa de empezar el otoño y los niños jugaban en la piscina mientras los adultos vagueábamos en tumbonas tomando el aperitivo. La conversación llevó en un momento dado a una de mis cuñadas a contar que el 18º cumpleaños de su hija mayor la había hecho sentirse vieja, ¡tener una hija mayor de edad! Empezamos a hablar del paso del tiempo, de lo que nos hacía sentirnos viejos... vaya, que nos pusimos trascendentes.

Horas después, ya de noche, volviendo a casa con mi madre, mi hermana y mis dos sobrinos más pequeños, comentábamos cosas de la jornada. De pronto la peque, siete años tenía entonces, me dice: "Esta eres tú", se recuesta, hace como que da un trago a un vaso, entrecierra los ojos y suelta: 'Ah, la vida...'

No pude evitar reírme a carcajadas. Le pedí que repitiera esa imitación de mí para grabarla en vídeo. Jugando y todo, se fijaba en lo que decíamos los mayores y nos calaba perfectamente. Hablábamos de cosas que a ella le sonaban lejanas, quizá ni las entendía y desde luego, no les daba importancia, pero notaba que nosotros sí. Su resumen: charlábamos sobre "la vida" y en un tono nostálgico propio de viejunos.

Tenía siete años y ya era así de lista. Ahora que cumple catorce escribo esto porque ella ya no se acordará, pero yo no lo olvidaré nunca.