lunes, 26 de octubre de 2020

Inmortales

Siempre me gustó conservar el pasado, el mío. Fui la que se puso manos a la obra un día y colocó en álbumes las fotos que tenían mis padres guardadas en cajas. Conservé tareas escolares de mi niñez y cuadernillos de notas de mi adolescencia. Cuando mis padres hicieron obra en casa, me acerqué una tarde para rescatar, de entre los cascotes. fragmentos de los distintos papeles pintados con que habían estado empapeladas las paredes de mi cuarto y del de mis hermanos. Atesoré las cartas (bendito papel) que me escribieron familia, amigos y novios en los tiempos huérfanos de internet. Guardé manualidades hechas en el colegio. Y escribo desde los 14 años un diario en papel.

Después de fallecer mis padres he emprendido la dura tarea de vaciar su casa y arreglarla. Han brotado toneladas de papeles de todas partes. La mayoría, inútiles ya, han terminado destruidos y en el contenedor pero unos pocos me han dibujado la vida de mis progenitores. De un maletín surgieron la tarjeta con que mis abuelos anunciaron a sus allegados el nacimiento de mi padre, la cuartilla donde anotaron su curioso vocabulario infantil, sus notas del colegio y el instituto... De otro maletín brotaron las calificaciones de mi madre y, de un cajón, una trenza de pelo castaño, que se cortó después de casarse. Allí estaban también el primer contrato de alquiler de su casa y el del suministro eléctrico, la escritura de propiedad cuando la compraron y la cancelación de la hipoteca, muchos años después.

En una vitrina, una cajita resguardaba las cartas de amor que intercambiaron durante su breve noviazgo a distancia. En un armario he encontrado contratos de trabajo de ambos y muy variadas muestras de su buen hacer profesional, incluyendo dibujos de mi padre que merecerían haber colgado, enmarcados, de las paredes. Facturas de los muebles que compraron, letras que firmaron, bocetos de cómo imaginaban su dormitorio. Montones de fotos. Y muchas cosas nuestras, de sus hijos, desde cuadernos de dibujo a notas del colegio. Había también ropa, incluyendo colchas, manteles y sábanas retirados ya del uso pero que nunca se decidieron a tirar.

Siendo la sentimental que soy, he decidido conservar muchos de estos hallazgos. Aspiro a reconstruir con ellos la historia de la vida de mis padres. Me estoy sintiendo muy, muy vieja con esto, pero también un poquito inmortal, como ahora lo son ellos.



Esta entrada participa en los #relatosBrotes de @divagacionistas