martes, 2 de enero de 2024

Reinicio

El comienzo del año no tendría nada especial de no ser por su simbolismo. Los comienzos están llenos de promesas porque nos hacen pensar en un horizonte virgen, en un camino sin pisar, en una hoja en blanco sobre la cual empezar a escribir algo nuevo. Y a ciertas alturas de la vida, cuando una se ha hecho mil veces la ilusión de que empezar es más fácil que continuar porque se toma un nuevo impulso, el inicio de un año es en realidad un reinicio. Volver a hacerse la ilusión de, esta vez, poder.

Con los ojos de la cara cerrados pero el cerebro despierto, das vueltas en la cama y todo parece fácil: dejar atrás lo que debió haber quedado atrás hace tiempo, emprender lo que deseaste emprender incontables veces, incluso encontrarte de cara la suerte que en otras ocasiones te fue adversa. Mientras remueves el café del desayuno te dices: si es posible lograrlo y me hará sentirme mejor, ¿dónde está el fallo?

El fallo está en la diferencia entre proponerse algo y llevarlo a cabo. Lo primero nos exige solo un minuto; lo segundo, un esfuerzo sostenido. Y mantener el impulso después de haber cogido carrerilla y saltado el primer día del año no es fácil: están la gravedad, el rozamiento, a menudo el viento en contra, incluso quien te pone la zancadilla.

El truco es contar con todo eso antes de saltar y ser realista en cuanto a nuestras fuerzas y la dificultad y el alcance de nuestro salto. Y si, previsiblemente, de un solo brinco no se va a llegar, plantearse cuántos serán necesarios, dosificar el esfuerzo, buscar puntos de apoyo intermedios.

Perdonadme el rollo. Podría haberlo escrito solo para mí, pero compartiéndolo me siento acompañada en mi reinicio.

Y en el fondo, lo que queremos todos es solo... ser más felices.