lunes, 26 de noviembre de 2018

En paz

Me bajo del tren y busco la oficina de alquiler de coches. He elegido uno demasiado grande pero me ha parecido que lo necesitaría para llegar hasta mi destino. No sé si los caminos que conocí seguirán en buen estado. Me pregunto si sabré llegar. No es fácil encontrar un pueblo abandonado que nadie recuerda.

El día está despejado. Abandono la carretera confiando en mi sentido de la orientación. He reconocido una colina. Detrás tiene que estar el sitio que busco.

Recuerdo la última vez que vine, buscando un lugar adecuado, lejos de la contaminación, luminoso, de clima suave... y solitario. No quería testigos ni tampoco preocuparme por si luego alguien que anduviera por allí lo estropeaba todo. Aunque llevaba lo necesario, me preocupaba mi inexperiencia, mi desconocimiento. Fue una apuesta arriesgada. Ahora veré si salió bien.

Al fin y al cabo, esto es básicamente lo que tú querías. Básicamente. Apenas me desvié del guion lo necesario para conseguir además algo para mí.

Dejo el coche junto a lo que fue una casa de piedra, reducida ya a cuatro paredes medio derruidas. Avanzo hacia el riachuelo. ¿Dónde está?

Lo veo. ¡Cómo ha crecido! Pero no distingo si tiene...

¡Sí, hay manzanas! Pocas pero hay. Alcanzo a coger algunas. Le doy un beso al tronco como si te lo diera a ti. En realidad el árbol tiene algo de ti, lo planté sobre tus cenizas. Sus frutos también son en parte tú. O eso me digo a mí misma. Sigue descansando en este rincón tranquilo, cariño. Volveré a por más.


Con este relato participo en los #relatosReencuentro de @divagacionistas