lunes, 28 de octubre de 2019

Mediocres

Era un alumno de sobresalientes. A sus doce años se daba cuenta de que tenía una facilidad para entender las explicaciones de los profesores que no tenían sus compañeros. Gozaba de buena memoria y no le costaba demasiado esfuerzo recordar lo escuchado, leído o visto.

Si a esto se sumaba su desdén por las trastadas y su desinterés por las peleas, el resultado era uno de esos estudiantes que encantan a los maestros. Ni siquiera le molestaba que alguno le pusiera como ejemplo ante el resto de la clase. Sabía que no lo acosarían por ser el favorito de los profes ni le gritarían "¡empollón!". Porque además era guapo, las chicas se le acercaban, así que los chicos querían ser sus amigos.

Un día el profesor de lengua les encargó para la clase siguiente buscar un poema que les gustara. Al llegar, se puso a nombrarlos uno a uno para que, de pie ante la clase, fueran recitando cada cual el suyo. El primero, atenazado por la timidez, se limitó a leerlo. Los siguientes hicieron lo mismo. De pronto, uno salió sin papel y, con entusiasmo, representó, más que recitó, "La canción del pirata" de Espronceda. Hubo risitas que se convirtieron en carcajadas.

El profesor hizo salir al favorito, el que había iniciado las risas. Temeroso de ser también objeto de burla, leyó su poema en el tono más neutro y apagado posible. Los demás actuaron igual.

"No sabéis recitar poesía ninguno, salvo Jorge", sentenció el maestro. "Y no sabéis reconocer a un buen actor", añadió. "Reírse de los que no tienen miedo al público es algo lamentable. Sobre todo cuando es un público ignorante."

Era la primera vez que le llamaban ignorante. Y aprendió que tener la admiración de los demás no impedía que uno fuera un mediocre. Siempre se lo agradeció a aquel profesor.



Este relato participa en la convocatoria #relatosMaestros de @divagacionistas