miércoles, 30 de noviembre de 2022

Borregos

Que los turistas, sobre todo si vamos en viajes organizados, venimos a ser como un rebaño no me lo discutiréis. Vamos como borregos allí donde se supone que hay algo digno de verse y, si es detrás de un guía, haciendo dócilmente lo que este nos indica.

Acabo de estar en Egipto en uno de esos recorridos típicos por una docena de lugares de interés durante una semana agotadora. No me quejaré del palizón y de la falta de información verdaderamente relevante (algunos guías se centran en las anécdotas y tratan a los viajeros como si fueran mentalmente menores de edad). Pero hay cosas...

Templo de Luxor. Arquitectura y escultura impresionantes. Duele el cuello de tanto mirar hacia arriba por el gigantesco tamaño de las figuras. En un momento dado, el guía señala un pedestal con una escultura de un escarabajo. Y en lugar de explicarnos por qué los antiguos egipcios daban tanta importancia a ese animal y a su papel en el juicio de los muertos, nos suelta: la tradición es pedir un deseo y dar tres vueltas alrededor para que se cumpla. Y hala, en un instante ya hay docenas de personas rodeando el pedestal en procesión mientras yo, atónita, me pregunto si de verdad creerá alguien semejante memez.

Templo de Philae. Trasladado piedra a piedra de una isla que quedó inundada al construirse la presa de Aswan a otra isla cercana. Impresionante también. El guía indica que en tal estancia hay una especie de altar de piedra rojiza dedicado a la diosa Isis y que la tradición es ponerse la mano izquierda en el pecho y tocar la piedra con la mano derecha unos segundos mientras se formula un deseo. De inmediato, aglomeración de crédulos forcejeando para alcanzar el altar.

Ha habido más situaciones semejantes, pero no cabrían en este breve relato. Con todo, os podéis hacer una idea de lo sencillo que es inventarse tradiciones para camelar a turistas aborregados que, curiosamente, apenas hacen preguntas sobre historia.