martes, 19 de diciembre de 2023

Asuntos pendientes

No necesito que una inteligencia artificial prediga mis probabilidades de morir en un futuro próximo. Ya dejé atrás la mitad de lo que, según las estadísticas, es mi esperanza de vida. Por eso hago lo que la mayoría hace en mi caso: intento no agobiarme pensando que no me quedan tantos días por vivir como los que ya he gastado; y a la vez trato de ir tachando líneas de mi lista de asuntos pendientes, tareas inacabadas y anhelos incumplidos.

Esto último es lo más difícil. Si no he logrado cumplirlos hasta ahora no será porque no lo haya intentado sino porque he fracasado. Enfrentarse al fracaso y analizar sus causas no es fácil ni siquiera en la edad madura. Se tiende más a responsabilizar a otros o a la mala suerte que a uno mismo. Pero hacerse trampas al solitario a estas alturas de la vida es una estupidez.

El balance no es malo en general, solo en algunos apartados concretos. Y como tendemos a dar por descontado lo que ya tenemos y quizá incluso a infravalorarlo, hay que repetirse con frecuencia: esto lo conseguí por mis méritos y he logrado mantenerlo, de modo que debo disfrutarlo con plena consciencia.

¿Y lo que nunca he alcanzado? Es cuestión de decidir si se tienen fuerzas y ganas para seguir persiguiéndolo, y de analizar objetivamente si es factible tener éxito. Si no se tienen y no es factible, mejor tacharlo de la lista definitivamente.

Pronto llegará el nuevo año, esa fecha mágica en que uno se hace la ilusión de que empieza algo y, como por ensalmo, tiene más opciones de hacerlo bien. Prepararé mi lista de propósitos, pero esta vez con más realismo.