lunes, 17 de diciembre de 2018

El ángulo



Me da el sol de frente haciéndome entornar los párpados. Las once de la mañana y me da el sol de frente, madre mía. Según he salido a la calle ya me entran ganas de darme media vuelta. Cuento los días que faltan para dejar atrás el solsticio de invierno. 

No es el frío. No es entrar a trabajar de noche y salir de noche. No es que las tardes de los días en que no trabajo me encuentren más a menudo en el sofá que en la calle. No es que los árboles se hayan quedado en los huesos. No es que la niebla me cale hasta los míos.

Lo que me hace difícil amar el invierno es el ángulo de la luz del sol sobre las cosas. Me llena el mundo de sombras alargadas y me hace verlo todo en otros colores, más azulados, más plateados, menos cálidos. Puedo ver incluso el viento, transparente casi todo el año pero visible ahora, cuando los rayos de sol son tan oblicuos. Bueno, esto quizá me lo imagino yo.

Añoro la luz avasalladora del verano, esa que aplasta las sombras verticalmente hasta dejarlas en nada, esa que lo tiñe todo de dorado, esa cuya intensidad vuelve impotentes mis párpados

Cuento los días.