Que la memoria es selectiva lo sabemos de sobra. Que la de cada uno selecciona algo distinto, también. Una búsqueda imprecisa en google arroja resultados opuestos, como "Por qué recordamos más los buenos momentos" y "Por qué recordamos mejor los malos momentos". Para lo que quiero contar basta esta explicación sencilla: "La memoria es selectiva, por eso recordamos solo lo que es más significativo para nosotros" (fuente).
No hace mucho viví un maravilloso reencuentro de personas que pusimos en marcha un proyecto hace veinte años. Algunas nos hemos seguido viendo a diario este tiempo, de otras nos distanciamos. Es normal no recordar a todo el mundo: había grupos distintos, horarios distintos, trabajos distintos. Sin embargo, hubo momentos especiales que nos implicaron a todos y deberían haberse grabado en el recuerdo de todos.
Es lo que imaginaba yo. Pero me equivocaba. Entre anécdota y anécdota yo mencioné una actividad que llevamos a cabo durante dos días: sacamos nuestro trabajo a la calle. Decenas de personas estuvimos desarrollando nuestra labor habitual en una céntrica plaza de Madrid, con la gente mirando y haciéndonos preguntas. Yo recuerdo haber explicado decenas de veces lo que estaba haciendo a personas de todas las edades a quienes les había llamado la atención. Y recuerdo haber sentido la satisfacción de ver valorados mi trabajo cotidiano y el papel de mi empresa en la sociedad.
Los compañeros con los que he comentado ahora este recuerdo no lo tenían en su memoria. Unos, porque no participaron directamente; otros porque, a pesar de haberlo hecho, lo han olvidado. Me siento como si tuviera una joya y los demás la consideraran bisutería. Y no sé si podré disfrutar tanto del recuerdo si no tengo a nadie con quien compartir el entusiasmo.
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