lunes, 26 de abril de 2021

Este niño...

- Este niño no se ríe...

- Mujer, yo lo veo siempre con la sonrisa en la cara.

- Ya, pero no se ríe. Ni da esos grititos tan típicos de los niños.

- Será que es tranquilo, y oye, mejor, ¿no?

- No sé...

Al cabo de unos meses él admitió que su hijo no parecía del todo como los demás. Había empezado a balbucear sus primeras palabras, parecía entender lo que le decían, tenía juguetes favoritos y era cariñoso con sus padres, sus abuelos, sus primos... Pero le faltaba algo.

- Mira, vamos a preguntarle a la pediatra. Aunque coma bien y duerma bien y no parezca enfermo, yo qué sé, algo raro tiene.

La pediatra no notó nada extraño.

- Pruebe a hacerle reír, venga, pruebe.

El niño la miraba hacer muecas y la imitaba; si se tapaba la cara y luego apartaba las manos gritando cú-cú, ladeaba un poco la cabeza como esperando ver qué venía después. Una gansada tras otra, un juego tras otro, y el pequeño observaba. Terminó por bostezar.

- A ver si el psicólogo...

Descartaron todo tipo de enfermedades. Un especialista detrás de otro lo diagnosticaban como normal, quizá poco interesado por las payasadas, los sustos o las cucamonas. Al final fue la abuela materna la que dio con la clave.

- Este niño no se sorprende por nada.

No había una patología que tuviera como síntoma la falta de capacidad de sorpresa.

Así que los padres se resignaron a que su hijo viviera como si ya lo hubiera visto todo.



Este relato participa en la convocatoria #relatosSorpresas de @divagacionistas

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