Me gusta sentarme tranquilamente a no hacer nada más que pensar, dar vueltas a las cosas que tengo en la cabeza o dejar volar la imaginación. A veces me imagino a mí misma en una historia imposible o improbable y pienso en cómo actuaría. Uno de esos escenarios mentales que me entretienen es el de viajar al pasado y explicar a personas de la época cuestiones que hoy son de conocimiento general pero en su día supusieron un gran cambio, un salto mental para la especie humana.
Me imagino, por ejemplo, informando a gente del siglo XII de que la falta de higiene nos hace contraer infecciones potencialmente mortales. Que hay seres microscópicos, invisibles, capaces de invadir nuestro cuerpo y, venciendo toda resistencia, acabar con nuestra vida. Me tomarían por loca.
O me imagino explicando a los antiguos romanos que la Luna es un cuerpo similar a la Tierra, que estamos enlazados por la gravedad en función de nuestras respectivas masas y que la distancia entre una y otra se puede salvar con determinadas condiciones. Pensarían que sufro una forma curiosa de locura.
O revelando a gente de cualquier época que los dioses son solo invenciones del ser humano, que cada sociedad, cada cultura, les da las características que interesan para cohesionarla o para reforzar el poder de quienes lo ostentan, y que las "revelaciones divinas" no superan nunca los conocimientos humanos del momento, rebatidos actualmente en su mayoría por la ciencia. Quienes no me tomaran por loca, me acusarían de subversiva. En cualquier caso, me encerrarían o me ejecutarían.
No estamos locos, solo sabemos más.
Con esta entrada participo en los #relatosLocura de @divagacionistas.
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