lunes, 28 de septiembre de 2020

Una foto

Como cada tarde, empezó por colocar en sus estanterías los libros devueltos a lo largo de la mañana. No eran muchos pero eran cada vez más.

Desde que la pusieron a teletrabajar con lo de la pandemia había decidido buscar una casita en algún pueblo. Un lugar donde pudiera tener más de los veinticinco metros cuadrados que en Madrid se le llevaban medio sueldo y donde la ventana del dormitorio-salón-cocina no diera a un patio interior. Un lugar desde donde poder visitar a sus padres los fines de semana sin pasarse horas en un autobús.

Aquel pueblo estaba a una distancia prudencial, la señal de wifi era lo bastante buena y había para alquilar una casita de dos alturas muy bien de precio. Se instaló en la planta de arriba, y en la de abajo, en la diáfana estancia principal, arrinconó la mesa de comedor y colocó su mesa de trabajo.

Las paredes, llenas de estanterías vacías, le dieron la idea. Se trajo de casa de sus padres todos los libros que había ido acumulando durante años en cajas, a falta de espacio, y los distribuyó por los estantes. Luego hizo un cartel que colgó en la puerta de entrada.


Los vecinos no habían tardado en preguntar. Ella explicó que prestaría sus libros gratis, solo por el placer de ver a otros disfrutar de su lectura como había disfrutado ella.

Pronto tuvo un pequeño grupo de habituales. Y luego gente nueva que venía con peticiones concretas, recomendaciones de otros.

Esa mañana, al ir a guardar un volumen, vio que entre las páginas asomaba el pico de un papel.

No era raro que alguien se dejara el papelito con que había ido marcando la página en que interrumpía su lectura (les había rogado a todos que no doblasen la esquina de la hoja). Tiró del pico para sacar el papel. Era una foto. Un niño y una niña de unos doce años cogidos de la mano ante un colegio. La niña era ella.

Escrita por detrás, una frase: ¿Me recuerdas? Y una firma: Toño.

Miró en su cuaderno a quién le había prestado ese libro. Antonio Álvarez. En aquel momento el nombre no le había dicho nada. Ahora le trajo mil recuerdos, entre ellos el de un beso de despedida cuando él cambió de barrio y de colegio.

Sonrió, guardó la foto en el cuaderno y colgó el cartel de Abierto en la puerta.


Con esta entrada participo en la convocatoria #relatosPicos de @divagacionistas.

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