domingo, 16 de enero de 2022

Socializar

Es una de las palabras de moda. Antes hablábamos de quedar, de llamarse, de charlar, de relacionarse. Ahora todo eso es socializar.

Y es lo que muchos estamos haciendo menos con motivo de la pandemia. Hay personas a las que no dejo de ver y llamar pero con bastantes estoy perdiendo el contacto. Es una sensación rara, como de aislamiento inevitable y, en mi caso, como de vuelta a la infancia.

Quizá les costará creerme a quienes me han conocido de adulta, trabajando ya como periodista, pero de niña y de adolescente fui muy tímida. No tenía muy claro cuánto hasta que hace unos años coincidí con un antiguo compañero de colegio. Dijimos de quedar para charlar (y nunca lo hemos hecho) y me comentó que en aquellos tiempos escolares deberíamos haber hablado más.

¿Tenía razón, deberíamos haber hablado más? En realidad, yo debería haber hablado más con todo el mundo, especialmente con las personas cuya conversación habría sido más interesante o podría haberme abierto más. Pero no lo hacía. Echo la vista atrás y no recuerdo muchas compañeras con quienes charlase, quizá media docena; y menos aún compañeros. Me costaba confiar, abrirme, perder el miedo... todo lo que la timidez hace difícil.

¿Debería haber hablado más? De cosas de niños, de cosas de adolescentes. De temas triviales que se antojan importantísimos y de cuestiones cuya importancia se empieza a intuir entonces. ¿Debería haberme relacionado más con personas con las que años después, cuando he vuelto a verlas, he tenido conversaciones largas y animadas? Coincides en la presentación de un libro, comprando algo en una tienda, o alguien te encuentra por redes sociales o profesionales, y te viene a la memoria la época de clase... solo que yo ya no soy la que estuvo allí. Aquella nunca habría hablado y escuchado tan relajadamente.

¿Me perdí algo importante por ser tímida? Probablemente no. El cerebro va a su ritmo, madura con los estímulos y con las necesidades. En los últimos años he cambiado bastante de puesto de trabajo y eso ha implicado tratar con mucha gente distinta. Por eso y por otras circunstancias y actividades he descubierto que me gusta la gente. No toda, claro. Quiero decir que en general me resulta fácil ver algo agradable o interesante en las personas. Y ahora disfruto socializando.

¿Qué nos habríamos dicho entonces si hubiéramos hablado, antiguo compañero? No mucho, seguramente. Creo que merecerían más la pena las conversaciones de los adultos que somos ahora. O, al menos, yo sería más capaz de apreciarlas. Soy más sociable.

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