Empezó a estudiar periodismo con los ánimos un poco bajos por su fracaso sentimental de aquel verano. Había conocido a dos chicos en su lugar de vacaciones: uno era dulce, algo feúcho y bastante tímido; el otro, atractivo, seguro de sí mismo, el líder de su grupo de amigos. Salió con los dos pero, deslumbrada por el carisma del segundo y por la sensación de éxito que le dio el poder ligárselo, había dicho adiós al primero. Resultó que el elegido también la trataba a ella como a un trofeo y se encontró echando de menos la ternura, la inteligencia, las atenciones del otro. Rompió dos corazones ese verano, y uno fue el suyo propio.
Descubrió un programa de una radio local los viernes por la noche. "El rincón romántico", se llamaba. Emitía, claro, canciones románticas, enlazadas por versos y frases sentimentales que pronunciaba entre suspiros una voz masculina digna de doblar al más guapo de los actores. Llamaban y entraban en directo para pedir canciones chicas evidentemente enamoradas a las que él trataba con una amabilidad algo distante. Tardó seis meses en atreverse a mandarle un correo. La excusa fue estar interesada por las radios locales, y la petición, ir a la emisora para ver en directo el programa y hacerle preguntas sobre él.
Le abrió la puerta un hombre de treinta y tantos años, desaliñado, despeinado, con el atractivo de un cubo de basura. "Tengo al niño enfermo, se ha pasado el día vomitando, y mi mujer ha llegado del trabajo tardísimo; estoy agotado", fue su saludo. Era él. Estaba solo, el técnico de sonido había ido a por un bocadillo mientras se emitía el programa grabado que le precedía. Le enseñó las diminutas instalaciones, le resumió su decepcionante carrera profesional... La trataba como a una colega.
"No es el programa de mis sueños pero parece que tiene éxito", murmuró entre sorbos de café. "Lo más pesado son todas esas chiquillas que llaman como si yo fuera un experto en amores y pudiera solucionarles sus problemas sentimentales. Creo que incluso hay alguna colgada de mí. Las adolescentes son un público exigente pero muy valioso para esta cadena porque interesan a los anunciantes. Por eso intento tratarlas bien en vez de decirles que espabilen, que es lo que me pide el cuerpo."
Suspiró y empezó a explicarle cómo hacía los guiones. Ni se dio cuenta de las lágrimas que se habían quedado atrapadas en las pestañas de ella.
Con esta entrada participo en los #relatosDecepción que convoca @Divagacionistas
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