"No puedes guardarle tanto rencor a la vida", le dice un amigo a otro, los dos sentados cerca de mí en el café de sillones mullidos en el que hago tiempo mientras mi pareja sale de trabajar.
"No me merezco todo lo que me ha pasado, ¿o crees que me lo merezco?", replica el otro.
La difícil atribución de responsabilidades: a uno mismo, a otras personas, a la mala suerte... nadie es lo bastante objetivo en lo que le atañe como para distinguir cuándo le putearon y cuándo la cagó, me digo a mí mismo. Me he pedido un café irlandés, quizá por eso estoy filosófico.
"Echa la vista atrás y trata de pensar en aquellas veces en que has elegido entre dos o más opciones; y en cada una imagina qué habría ocurrido si hubieras hecho una elección distinta", le propone el amigo.
Me parece una buena estrategia, solo que con la perspectiva no tiene tanto mérito identificar los errores cometidos. O quizá sí, porque el paso del tiempo nos hace más tolerantes con nosotros mismos: estaba enamorado, tenía miedo, se me hundía el mundo...
"No habría aceptado este trabajo: me ha separado de mi gente, me ha hecho sentir que no valgo lo suficiente y está a punto de dejarme en la calle", es la primera respuesta.
Silencio del otro, no sé si valorativo o solo paciente.
"Pero, claro, lo acepté porque decidí mudarme a esta ciudad. Mi novia vivía aquí y no soportaba estar lejos de ella. Ya ves, luego ella se enamora de otro y me deja tirado".
Silencio y gesto a la vez comprensivo y compasivo.
"Bueno, yo dejé a mi pareja por ella. Mala elección. No me imaginaba que fuera tan egoísta y tan...", se calla, pensativo. Al poco, continúa: "Yo estaba pasando una crisis profesional. Discutía mucho con mi jefe, me aburría el trabajo, por eso me pareció buena idea irme, cambiar de aires. Quizá si hubiera tenido más paciencia o si hubiera sido menos impulsivo..."
Gesto claramente escéptico.
"Ya, cada uno es como es. Me imagino que no debí elegir esta profesión. Necesito algo más activo, más de moverme, de conocer gente. Pero, claro, había mucha presión familiar".
"O sea, que nunca tuviste elección, todo estaba gafado desde el principio", resume el amigo.
Ahora el que guarda silencio es el otro.
Este relato participa en la convocatoria #relatosElecciones de @divagacionistas.