lunes, 24 de febrero de 2025

Ser realista

Soy una persona muy realista. Es bueno para moverse por la vida. No me hago ilusiones sobre aquello que no está en mis manos, pocas si está en las de otros, y ninguna si depende del puro azar. No me engaño en cuanto a qué puedo esperar de aquellos a quienes conozco. No fantaseo con seres invisibles, soluciones mágicas a los problemas o cambios radicales de las personas.

Cuando hablo con un médico, quiero saber todo lo que me pueda decir. Si la situación es buena o mala, sencilla o complicada, prefiero saberlo. No entiendo a la gente que elige la ignorancia pensando, como los bebés, que lo que no se ve no existe.

Sé el dinero o el esfuerzo que cuestan las cosas. No espero que nada me llegue como llovido del cielo. No cuento con que nadie haga por mí lo que normalmente no hace por los demás. No doy por hecho que todo saldrá bien si ese salir bien depende de la suerte, de la casualidad o de la buena voluntad ajena.

Todo esto, claro, en la vida real.

Luego están los sueños. No los que me abordan cuando duermo, sino los que moldeo mientras espero a caer dormida.

Entonces lo improbable, incluso lo imposible, cobran vida en mi pensamiento. Me abrazo a seres queridos que no están conmigo, hago planes para gastar un premiazo de la lotería que jamás me ha tocado y remodelo cerebros ajenos hasta que me dan la razón.

No tengo la esperanza de que algún día esos pensamientos se hagan realidad. Pero ¡cómo los disfruto!



Esta entrada participa en los #relatosEsperanza de @divagacionistas