domingo, 13 de abril de 2025

Colegio

Uno de mis paseos habituales me lleva por una zona que me trae recuerdos del colegio. No de mi primer colegio, el que mencionaba en la entrada anterior, sino del segundo, en el que estuve siete cursos. Paso de vez en cuando por delante del edificio que ya hace muchos años dejó de albergarlo. Buena parte de los alumnos vivíamos más o menos cerca e íbamos andando desde nuestras casas. Y recuerdo perfectamente los portales y las viviendas de algunos compañeros.

Carmen estuvo tres años en mi clase. Vivía en un chalet en la calle D..., alquilado por sus padres. Tenía jardín, piscina compartida con otros y un garaje donde hicimos muchas fiestas en nuestra adolescencia. Fue su hogar hasta que los dueños lo reclamaron para un familiar, creo. En realidad volvieron a alquilarlo. Hace unos años se convirtió en una guardería. La última vez que pasé por delante lo estaban derribando.

Cecilia vivió con su familia en la calle S... Llevaban bastantes años ya en España. Eran cuatro hermanos, la segunda estaba en la misma clase que mi hermano mayor. Recuerdo pocas cosas pero jamás olvidaré que en su casa vi por primera vez una cobaya. La llamaban Ñatón.

El padre de Inés, diplomático, alquiló un piso en el paseo H... durante el tiempo que estuvo destinado en Madrid. Había estado en otros países antes. Uno de los hermanos pequeños había nacido en Japón y otra en no sé qué país europeo. No recuerdo si estuvo uno o dos años en el colegio. Hicimos buenas migas. Hablaba español muy bien aunque no era su lengua materna. Me pregunto qué otros idiomas conocía.

Cristina vivía en la calle D... No recuerdo si estuve en su casa alguna vez pero su entrada ajardinada y su portal eran y siguen siendo inconfundibles. Tenía una cuesta arriba bastante empinada para ir al colegio, que evidentemente era una maravillosa cuesta abajo para volver.

José Antonio vivía mucho más cerca de mi casa que todas ellas, en la calle P... Eran tres hermanos, todos muy distintos de aspecto y de carácter, o eso me parecía a mí. Él llevaba una colonia de adulto que olía de maravilla. Todavía la reconozco cuando alguien que la usa pasa por mi lado.

Con Dulce y Alejandra coincidí muy poco tiempo en el colegio. Volvieron a Guatemala, de donde habían salido en tiempos duros de gobierno militar... que todavía seguían cuando regresaron. Durante algún tiempo, no mucho, me carteé con ellas.

Sara, Isabel y otra Cristina también vivían por la zona pero no sabría decir dónde. En general, al salir de clase los alumnos nos dividíamos en grupos que iban calle arriba, calle abajo o por la perpendicular; luego nos íbamos disgregando. Algunos cogían el autobús y a unos pocos los venían a buscar. Eran tiempos en los que con doce años los padres nos dejaban ir y volver solos. Yo tenía varios hermanos en el colegio pero ya en la adolescencia preferíamos ir con nuestros amigos y no juntos. Después se sumaron los más pequeños y tuvimos que responsabilizarnos de llevarlos de la mano hasta que tuvieron edad para ir por su cuenta.

Guardo muchos recuerdos de mi infancia y mi adolescencia. Tenía muy buena memoria. Siento decir que ahora ya no.


lunes, 31 de marzo de 2025

Charcos



El colegio al que iba de niña estaba a lo que ahora son diez minutos andando y entonces, con mis piernecillas, también eran diez minutos porque mi madre nos llevaba al galope. Básicamente había que recorrer dos calles y, entre ellas, un parquecillo y una especie de plaza que por algún motivo tenía el suelo no de tierra sino de lo que a mí parecía carbón, aunque probablemente fueran restos de asfalto no compactados.

El caso es que, cada vez que llovía, se formaban en esa placita grandes charcos redondos, profundos y negros. Y yo, que nunca he sido muy de pisar charcos (ni literal ni metafóricamente), hacía virguerías para sortear los grandes y saltaba limpiamente los pequeños.

No recuerdo cuándo se decidió el ayuntamiento a pavimentar la plaza. Fue, eso sí, tiempo después de que yo dejara de ir al colegio. Ahora es un rinconcito agradable, con árboles y bancos, muy distinto de aquel hostil parche negruzco en mitad de mi camino a clase.

A cambio, cada vez que llueve, mi trayecto, sea cual sea, se llena de charcos aún más hostiles: los que se forman en la calzada al pie mismo de la acera. Sí, esos charcos que los vehículos convierten en olas agresivas al lanzarlos con su velocidad sobre los que esperamos el autobús o que se abra el semáforo.

Y sigo haciendo lo mismo, salvarlos de un brinco. Sí, a mi edad, sin importarme que me miren ni lo que piense la gente, soy capaz de dar un salto suave, elegante, sin apenas tomar impulso, y aterrizar en el borde contrario.

Es una de las pocas facetas divertidas que aún le encuentro a la lluvia.


Esta entrada participa en los #relatosLluvia de @divagacionistas.

lunes, 24 de febrero de 2025

Ser realista

Soy una persona muy realista. Es bueno para moverse por la vida. No me hago ilusiones sobre aquello que no está en mis manos, pocas si está en las de otros, y ninguna si depende del puro azar. No me engaño en cuanto a qué puedo esperar de aquellos a quienes conozco. No fantaseo con seres invisibles, soluciones mágicas a los problemas o cambios radicales de las personas.

Cuando hablo con un médico, quiero saber todo lo que me pueda decir. Si la situación es buena o mala, sencilla o complicada, prefiero saberlo. No entiendo a la gente que elige la ignorancia pensando, como los bebés, que lo que no se ve no existe.

Sé el dinero o el esfuerzo que cuestan las cosas. No espero que nada me llegue como llovido del cielo. No cuento con que nadie haga por mí lo que normalmente no hace por los demás. No doy por hecho que todo saldrá bien si ese salir bien depende de la suerte, de la casualidad o de la buena voluntad ajena.

Todo esto, claro, en la vida real.

Luego están los sueños. No los que me abordan cuando duermo, sino los que moldeo mientras espero a caer dormida.

Entonces lo improbable, incluso lo imposible, cobran vida en mi pensamiento. Me abrazo a seres queridos que no están conmigo, hago planes para gastar un premiazo de la lotería que jamás me ha tocado y remodelo cerebros ajenos hasta que me dan la razón.

No tengo la esperanza de que algún día esos pensamientos se hagan realidad. Pero ¡cómo los disfruto!



Esta entrada participa en los #relatosEsperanza de @divagacionistas

lunes, 27 de enero de 2025

George

Era el año 2005, la mayoría de los teléfonos móviles aún no hacían fotos, no tenían conexión a internet, a los viajes te llevabas la cámara (ya para entonces digital, sí) y no había forma de hacerse selfis salvo a ciegas. Habíamos hecho una escapada a Venecia. Como por mi parte era la tercera vez que visitaba la ciudad, no tenía tanto interés en hacer todas las turistadas. Pero sí era la primera ocasión en que estaba allí coincidiendo con el festival de cine. Una tarde me puse un vestido de tirantes, las sandalias más cómodas, las gafas de sol y nos cogimos el vaporetto hasta el Lido. Estábamos dejándonos seducir por el ambiente cuando de pronto oímos voces excitadas de fans diciendo que iba a llegar George Clooney.

No soy mitómana y desde la adolescencia no pierdo la cabeza por un famoso. Pero George Clooney me parecía enormemente atractivo y merecía la pena verlo de cerca para comprobar si en persona estaba igual de estupendo que en pantalla. Nos apalancamos ante la alfombra roja, en una segunda fila tras la cual pronto se acumularon muchas más.

Y llegó él, con un paso ligero que se vio forzado a frenar ante la avalancha de peticiones de autógrafos y manos que buscaban estrechar las suyas. Tuve solo un momento para decidir qué hacer: sacarle una foto o darle la mano (lo de que mi acompañante intentara hacerme una foto en la que saliéramos los dos lo descarté: no me fiaba).

Preferí la foto. Mi mano, una entre docenas, podía no llegar a rozar la suya, y en realidad tampoco me importaba. Pero un primer plano suyo en mi carpeta de fotos de Venecia me recordaría para siempre el momento en que me vi envuelta en una marea de fans en éxtasis y sobreviví.

Y aquí dejo la prueba.








Esta entrada participa en la convocatoria #relatosMomento de @divagacionistas.